sábado, 19 de noviembre de 2011

Santa Cecilia, patrona de la música 22 de Noviembre

Cecilia había sido una virgen de una familia senatorial romana de los Metelos, que se había convertido al cristianismo desde su infancia. Sus padres la dieron en matrimonio a un noble joven pagano, Valerius. Cuando, tras la celebración del matrimonio, la pareja se había retirado a la cámara nupcial, Cecilia dijo a Valerius que ella había entregado su virginidad a Dios y que un ángelcelosamente guardaba su cuerpo; por consiguiente, Valerius debía tener el cuidado de no violar su virginidad. Valerius pidió ver al ángel, después de lo cual Cecilia lo envió junto a la tercera piedra miliaria de la Vía Apia dónde debía encontrarse con elpapa Urbano I.

El diálogo, según la tradición, transcurrió así:

Cecilia: Tengo que comunicarte un secreto. Has de saber que un ángel del Señor vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el ángel se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias; en cambio si me respetas, el ángel te amará como me ama a mí.

Valerius: Muéstramelo. Si es realmente un ángel de Dios, haré lo que me pides.

Cecilia: Si crees en el Dios vivo y verdadero y recibes el agua del bautismo verás al ángel.

Valerius obedeció y fue al encuentro de Urbano, el papa lo bautizó y Valerius regresó como cristiano ante Cecilia. Entonces se apareció un ángel a los dos y los coronó como esposos con rosas y azucenas. Cuando Tiburcio, el hermano de Valerius, se acercó a ellos, también fue convertido al cristianismo y a partir de entonces vivió con ellos en la misma casa, en completa pureza.

El prefecto Turcio Almaquio condenó a ambos hermanos a la muerte. El funcionario del prefecto, Máximo, fue designado para ejecutar la sentencia. Pero se convirtió al cristianismo y sufrió el martirio con los dos hermanos. Cecilia enterró sus restos en una tumba cristiana. Luego la propia Cecilia fue buscada por los funcionarios del prefecto. Fue condenada a morir ahogada en el baño de su propia casa. Como sobrevivió, la pusieron en un recipiente con agua hirviendo, pero también permaneció ilesa en el ardiente cuarto. Por eso el prefecto decidió que la decapitaran allí mismo. El ejecutor dejó caer su espada tres veces pero no pudo separar la cabeza del tronco. Huyó, dejando a la virgen bañada en su propia sangre. Cecilia vivió tres días más, dio limosnas a los pobres y dispuso que después de su muerte su casa debía dedicarse como templo. El obispo Urbano la enterró en la catacumba de Calixto, donde se sepultaban los obispos y los confesores.

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